Lo que los medios le hacen a tu cerebro el secreto que necesitas descubrir

webmaster

A contemplative person, fully clothed in modest, comfortable attire, looking at a smartphone screen. The screen's reflection shows an idealized, perfectly smiling version of the person in a vibrant, curated digital world, while the actual person appears thoughtful in a soft-lit, natural home setting, reflecting the contrast between online appearance and reality. safe for work, appropriate content, professional, fully clothed, perfect anatomy, correct proportions, natural pose, well-formed hands, proper finger count, natural body proportions, high-quality photography, detailed, realistic, family-friendly.

¿Alguna vez te has parado a pensar cómo lo que ves o lees cada día en tu móvil moldea tu forma de sentir y pensar? Yo, que he crecido con internet y veo cómo mis hijos se sumergen en TikTok, me he dado cuenta de que la relación entre los medios y nuestra mente es mucho más profunda de lo que parece a simple vista.

No es solo información; es una corriente constante de estímulos que nos emociona, nos irrita, nos conecta o nos aísla. Siempre me ha fascinado la manera en que una noticia viral puede cambiar el ánimo de todo un país, o cómo un *reel* de Instagram puede disparar una comparación injusta sobre nuestros propios cuerpos.

Este vasto universo mediático, desde las noticias hasta los videojuegos, ejerce un poder silencioso pero innegable sobre nuestra psique, modelando percepciones y emociones de formas que apenas empezamos a comprender.

Personalmente, he sentido la ansiedad de la “infoxicación” y la presión de la imagen perfecta, y he visto a mi alrededor cómo las burbujas de filtro nos encierran en nuestras propias creencias, dificultando el diálogo.

Hoy, con la inteligencia artificial creando contenido a velocidades vertiginosas y los *deepfakes* desafiando nuestra capacidad de discernir la verdad, la psicología de los medios es más relevante que nunca.

¿Cómo afecta esto a nuestra confianza? ¿Y cómo nos estamos preparando para un futuro donde la realidad virtual y aumentada difuminarán aún más las líneas entre lo digital y lo tangible?

Es un reto fascinante, y a veces un poco aterrador, pensar en las implicaciones que todo esto tendrá en nuestra salud mental colectiva y en la forma en que interactuamos con el mundo.

Para entender a fondo este complejo escenario, vamos a descubrirlo exactamente.

La Forja Silenciosa de Nuestra Identidad en la Era Digital

que - 이미지 1

Cuando abro Instagram y me encuentro con un sinfín de vidas aparentemente perfectas, no puedo evitar sentir un pequeño pellizco en el estómago. Es esa sensación de “¿Estoy haciendo lo suficiente?

¿Soy lo suficientemente bueno?”. Y es que los medios, especialmente las redes sociales, se han convertido en un espejo constante, pero a menudo distorsionado, de lo que creemos que deberíamos ser.

Lo he vivido en carne propia: esa presión invisible por mostrar una vida ideal, por aparentar felicidad y éxito, incluso cuando por dentro las cosas no son tan rosadas.

Este bombardeo de imágenes y narrativas curadas moldea nuestras expectativas sobre nosotros mismos y sobre el mundo, haciendo que nuestra propia identidad se sienta en constante construcción, siempre bajo la influencia de lo que vemos y lo que otros proyectan.

He visto a mis amigas, incluso a mí misma, caer en la trampa de comparar nuestro “detrás de cámaras” con el “escenario” cuidadosamente montado de otros.

Es una batalla silenciosa que se libra en la mente de millones cada día.

1. El Espejo Distorsionado de las Redes Sociales

¿Alguna vez te has mirado en un filtro de Instagram y te has preguntado por qué no te ves así en la vida real? Esa es la esencia del dilema. Las redes sociales nos ofrecen una versión editada y embellecida de la realidad, creando estándares de belleza, éxito y felicidad casi inalcanzables.

Personalmente, me ha costado entender que la vida “perfecta” que se proyecta no es más que una ilusión, una colección de momentos cuidadosamente seleccionados, y que mi propia valía no debería depender de un número de likes o de la popularidad de un post.

El impacto en la autoestima puede ser devastador, especialmente para los jóvenes, que crecen viendo a sus pares y a celebridades con cuerpos y vidas “ideales” que no existen.

Se crea una disonancia cognitiva profunda: lo que sabemos que es real versus lo que se nos presenta constantemente como real.

2. ¿Quién Soy Yo en este Mar de Imágenes?

La constante exposición a diferentes estilos de vida, opiniones y tribus digitales nos lleva a una búsqueda interminable de nuestra propia identidad. Nos preguntamos si encajamos, si somos auténticos o si simplemente estamos replicando tendencias.

Recuerdo un período en el que intentaba adaptar mis intereses y mi forma de vestir a lo que veía que era “popular” en YouTube, y sentí una desconexión total con mi verdadero yo.

Es como si el medio nos invitara a probar diferentes máscaras, y aunque esto puede ser un proceso de auto-descubrimiento, también puede llevar a una crisis de identidad, donde la línea entre lo que somos y lo que queremos proyectar se vuelve borrosa.

Esta exposición puede ser agotadora, y nos exige una fortaleza interna considerable para mantenernos fieles a nosotros mismos.

El Eco de la Algoritmia en Nuestra Mente: Las Burbujas que nos Envuelven

Me he dado cuenta de que, sin quererlo, mi feed de noticias se ha convertido en un reflejo casi perfecto de mis propias opiniones y preferencias. Si me interesa un tema, el algoritmo lo sabe y me inunda con más de lo mismo.

Y aunque al principio parece cómodo, como un buen amigo que solo te dice lo que quieres oír, con el tiempo he notado cómo esto limita mi perspectiva y me encierra en una burbuja.

Es casi aterrador pensar cómo un simple código puede tener tanto poder sobre lo que vemos, pensamos y, en última instancia, cómo entendemos el mundo. Mis hijos, por ejemplo, ya están experimentando esto en TikTok; sus gustos musicales o sus chistes internos se refuerzan una y otra vez, creando una experiencia súper personalizada, pero también potencialmente aislante.

El mundo digital que habitamos es cada vez más un “traje a medida” que, sin saberlo, nos aleja de la diversidad de pensamiento.

1. Las Burbujas de Filtro: Un Mundo a Medida

Imagina que cada vez que abres tu navegador o tu aplicación favorita, un mayordomo invisible selecciona cuidadosamente la información que va a presentarte, basándose en lo que ya sabe de ti.

Eso es una burbuja de filtro. Por mi experiencia, al principio se siente eficiente, como si internet realmente te entendiera. Pero pronto, la diversidad de voces y opiniones comienza a desaparecer.

No ves noticias que contradigan tus creencias, ni perspectivas diferentes que te hagan reflexionar. Es un ecosistema de información que te mantiene en tu zona de confort intelectual, y esto, para mí, ha sido un despertador sobre lo fácil que es caer en la autocomplacencia y el sesgo de confirmación.

Te pierdes la riqueza de un diálogo real y te sientes cada vez más cómodo con tu propia visión del mundo, sin cuestionarla.

2. La Cámara de Eco y la Polarización

Una vez dentro de la burbuja, es fácil que se forme una cámara de eco. Aquí, no solo se refuerzan tus creencias, sino que se magnifican. Tus amigos en línea comparten tus mismos puntos de vista, los influencers que sigues repiten tus argumentos, y cualquier voz disidente es silenciada o descalificada.

Lo he visto en debates políticos y sociales, donde las conversaciones se vuelven trincheras y la empatía brilla por su ausencia. El resultado es una polarización extrema en la sociedad, donde cada grupo se radicaliza en sus posturas, incapaz de entender o siquiera escuchar al otro.

Sinceramente, me preocupa muchísimo cómo esto afecta nuestra capacidad para resolver problemas colectivamente y para convivir en paz. Si no podemos ni siquiera escuchar diferentes puntos de vista, ¿cómo vamos a encontrar soluciones conjuntas?

La Montaña Rusa Emocional del Contenido Digital

Confieso que a veces me encuentro atrapada en un ciclo de revisar mi teléfono cada pocos minutos, esperando algo nuevo, emocionante o gratificante. Es como una adicción sutil, donde el cerebro busca esa pequeña descarga de dopamina que viene con una notificación, un like o un mensaje.

Pero esta búsqueda constante tiene su lado oscuro. He sentido la punzada de la ansiedad al ver la “vida perfecta” de otros mientras la mía se siente monótona, o la fatiga mental de estar constantemente “conectada” y disponible.

La verdad es que el contenido digital, con su ritmo frenético y su estímulo constante, nos somete a una verdadera montaña rusa emocional que rara vez nos detenemos a analizar.

Nos mantiene en un estado de alerta constante, una especie de ‘fight or flight’ digital que nos agota sin darnos cuenta.

1. La Ansiedad del FOMO y la Perfección Irreal

¿Te ha pasado que ves a tus amigos divirtiéndose en una historia de Instagram y sientes una punzada de “miedo a perderte algo” (FOMO)? A mí sí, y es una sensación horrible.

La exposición constante a las vidas de los demás, especialmente cuando solo se muestran los momentos álgidos, crea una percepción distorsionada de la realidad.

Sentimos que deberíamos estar haciendo más, que nuestras vidas deberían ser más emocionantes o glamurosas. Esta presión por vivir una vida “digna de ser posteada” genera una ansiedad constante, una carrera sin fin por la perfección que es imposible de alcanzar.

El resultado es un agotamiento emocional y una insatisfacción crónica, porque siempre habrá algo más que envidiar o alguien que parezca tenerlo todo.

2. De la Euforia Viral a la Fatiga Digital

Un video divertido que se vuelve viral, una noticia que nos indigna, un reto que nos hace reír… La vida digital está llena de picos emocionales. Pero justo después de esa euforia efímera, a menudo viene la fatiga digital.

Es esa sensación de agotamiento mental y físico que experimentas después de pasar demasiado tiempo frente a una pantalla, bombardeado por información.

Mis ojos se cansan, mi cerebro se siente saturado y mi ánimo decae. Es como si el constante “on” de la conectividad nos quemara las baterías internas.

La búsqueda incesante de novedades y la necesidad de procesar tanta información, no solo de entretenimiento sino también de noticias, puede ser abrumadora, llevándonos a un estado de agotamiento crónico que afecta nuestra concentración y bienestar.

La Sombra de la Desinformación y sus Efectos Psicológicos

Recuerdo claramente la primera vez que vi un *deepfake* de una figura pública. Mi mandíbula casi se cae al suelo. Se veía tan real, tan convincente, que por un momento dudé de mis propios ojos.

Esto me hizo pensar: si esto es lo que vemos hoy, ¿qué pasará mañana? La era de la desinformación no es solo un problema de noticias falsas; es un ataque directo a nuestra capacidad de confiar, de discernir la verdad y de mantener una base sólida de la realidad.

Personalmente, me ha generado una sensación de escepticismo casi patológico, donde cada titular es sometido a un escrutinio exhaustivo. Y si yo, que estoy relativamente informada, siento esto, ¿qué pasa con quienes no tienen las herramientas para verificar?

La confianza en las instituciones, en los medios tradicionales e incluso en nuestros propios sentidos se ve gravemente comprometida, abriendo la puerta a la manipulación masiva y a una sociedad cada vez más dividida y recelosa.

1. Cuando la Realidad se Disuelve

La línea entre lo real y lo fabricado se ha vuelto increíblemente fina. Con la inteligencia artificial creando textos, imágenes y videos indistinguibles de los humanos, nuestra percepción de la realidad está bajo asedio.

Antes, podíamos confiar en que “ver es creer”, pero ahora esa máxima ha perdido su validez. Esta disolución de la realidad genera una incertidumbre profunda y una ansiedad persistente sobre lo que es verdadero y lo que no.

He tenido conversaciones con personas que, sinceramente, no saben en qué creer, y esa falta de un terreno común sobre los hechos es lo que más me asusta.

Cuando no hay una base de verdad compartida, el diálogo se vuelve imposible y la cohesión social se desmorona.

2. La Erosión de la Confianza y el Pensamiento Crítico

La desinformación no solo nos engaña, sino que, a la larga, erosiona nuestra confianza en cualquier fuente de información. Si todo puede ser falso, ¿en qué podemos creer?

Esta desconfianza generalizada es un caldo de cultivo para la polarización y la manipulación. Para combatir esto, el pensamiento crítico se vuelve más crucial que nunca.

Recuerdo cuando mi profesor de secundaria nos enseñó a cuestionar las fuentes y a buscar diferentes perspectivas; en ese momento, me pareció una tarea académica, pero ahora entiendo que es una habilidad de supervivencia en el mundo digital.

Es un ejercicio constante de verificar, comparar y reflexionar antes de aceptar cualquier cosa como verdad absoluta.

Desafío de la Desinformación Impacto Psicológico Estrategias para Afrontarlo
Noticias Falsas (Fake News) Confusión, Ansiedad, Sesgo de Confirmación Verificar Fuentes, Consultar Fact-Checkers
Deepfakes y Contenido Manipulado Desconfianza Generalizada, Disolución de la Realidad Desarrollar Alfabetización Digital, Usar Herramientas de Detección
Cámaras de Eco y Burbujas de Filtro Polarización, Radicalización, Reducción de Perspectiva Buscar Diversidad de Fuentes, Dialogar con Puntos de Vista Opuestos
Ataques de Desinformación Erosión de la Confianza, Manipulación de la Opinión Pública Fortalecer el Pensamiento Crítico, Educarse Continuamente

Navegando el Futuro: Inteligencia Artificial y Realidades Inmersivas

Cada vez que leo sobre los avances de la inteligencia artificial y las experiencias inmersivas como la realidad virtual y aumentada, mi mente se dispara con posibilidades…

y también con algunas preocupaciones. ¿Cómo nos afectará vivir en un mundo donde la IA puede crear arte, música y hasta relaciones simuladas? ¿Y qué pasará cuando nuestras vidas físicas se mezclen indistinguiblemente con las digitales a través de gafas de realidad aumentada o entornos virtuales persistentes?

Es un territorio inexplorado, y como alguien que valora la conexión humana auténtica, me pregunto si estas tecnologías nos acercarán o nos aislarán aún más.

Mis hijos, que ya interactúan con asistentes de voz y algoritmos, crecerán en una era donde la distinción entre lo real y lo sintético será increíblemente difusa.

Este panorama nos reta a redefinir lo que significa ser humano y cómo interactuamos con nuestro entorno.

1. La Fusión de lo Real y lo Virtual

La realidad virtual y aumentada prometen llevarnos a mundos inimaginables o superponer información digital en nuestro entorno físico. Piénsalo: poder ver un plano de tu casa superpuesto en tu sala de estar mientras la rediseñas, o asistir a un concierto desde casa sintiendo que estás en primera fila.

Personalmente, la idea me emociona, pero también me inquieta la posibilidad de que se difuminen demasiado las líneas entre lo que es tangible y lo que es digital.

¿Cómo afectará esto a nuestra percepción de la realidad? ¿Podríamos perder la capacidad de apreciar el mundo “sin filtro”? Ya vemos tendencias de personas que prefieren interactuar con avatares o en mundos virtuales porque les resulta “más fácil” que la interacción cara a cara.

2. Preparándonos para lo Desconocido

A medida que la IA se vuelve más sofisticada y las realidades inmersivas más accesibles, es crucial que comencemos a prepararnos mentalmente para sus implicaciones.

¿Cómo mantendremos nuestra salud mental en entornos que pueden ser hiperestimulantes o, por el contrario, que pueden llevarnos a la soledad a pesar de estar “conectados”?

Necesitamos desarrollar una nueva alfabetización, no solo para usar estas herramientas, sino para entender su impacto psicológico y ético. Como sociedad, debemos empezar a tener conversaciones serias sobre los límites, las responsabilidades y cómo garantizar que estas tecnologías sirvan a nuestro bienestar, en lugar de socavarlo.

Es un reto generacional que apenas estamos empezando a abordar.

Cultivando una Relación Consciente con los Medios

Después de todo lo que he experimentado y aprendido, tanto en mi propia vida como observando a mi alrededor, he llegado a una conclusión ineludible: no podemos simplemente desconectarnos del todo, pero sí podemos aprender a relacionarnos con los medios de una manera más sana y consciente.

No se trata de demonizar la tecnología o las redes sociales, sino de entender cómo funcionan y cómo nos afectan, para así poder tomar las riendas de nuestra propia experiencia digital.

Es como aprender a navegar un río caudaloso: no puedes detener el río, pero sí puedes aprender a manejar tu bote. He descubierto que pequeños cambios en mis hábitos diarios pueden marcar una gran diferencia en mi bienestar emocional y en mi capacidad para pensar con claridad.

La clave está en la intencionalidad y en el autocuidado digital, prácticas que se han vuelto tan importantes como la alimentación o el ejercicio.

1. El Arte de la Desconexión y el Autocuidado Digital

Una de las prácticas más poderosas que he adoptado es la “desintoxicación digital”. No significa abandonar mi teléfono para siempre, sino establecer límites claros.

Por ejemplo, dejar el móvil fuera de la habitación antes de dormir, designar momentos del día sin pantallas, o incluso un fin de semana completo desconectada de vez en cuando.

La primera vez que lo hice, sentí una ansiedad inicial, como si me faltara algo, pero después vino una sensación de calma y presencia que no había sentido en mucho tiempo.

Es increíble cómo el simple acto de alejarse un poco nos permite reconectar con nosotros mismos, con nuestros seres queridos y con el mundo real, fuera de la pantalla.

El autocuidado digital es tan vital como cualquier otra forma de autocuidado.

2. Construyendo Comunidades Digitales Saludables

Aunque he hablado mucho de los desafíos, no todo es negativo. Los medios también nos ofrecen oportunidades increíbles para conectar, aprender y crecer.

La clave está en ser intencionales sobre con quién y qué interactuamos. Yo he encontrado comunidades en línea donde se fomenta el apoyo mutuo, el diálogo constructivo y el aprendizaje, y eso ha sido increíblemente enriquecedor.

Se trata de buscar espacios donde nos sintamos seguros para ser nosotros mismos, donde se celebre la autenticidad y donde podamos encontrar información y perspectivas que realmente nos sumen.

Al final, somos nosotros quienes tenemos el poder de curar nuestro propio ecosistema digital, eligiendo conscientemente las voces que escuchamos y los mensajes que absorbemos.

Es una tarea constante, sí, pero una que vale la pena por nuestra paz mental.

Para Concluir

Al final del día, lo que queda claro es que la tecnología y los medios son herramientas poderosas, un reflejo amplificado de nuestras vidas. Mi experiencia personal me ha enseñado que el poder no reside en lo que consumimos, sino en cómo lo hacemos y en la conciencia que ponemos en cada interacción. No se trata de huir de esta realidad, sino de aprender a convivir con ella de forma sana, de ser el arquitecto de nuestra propia experiencia digital. Es un viaje continuo de autoconocimiento y empoderamiento, donde cada decisión sobre nuestra interacción con la pantalla es un paso hacia un bienestar más profundo y una vida más auténtica.

Consejos Prácticos

1. Establece “horas sin pantalla”: Designa momentos específicos del día, como las comidas, las reuniones familiares o la hora antes de dormir, donde el uso del móvil, tablet u ordenador esté restringido. Personalmente, he descubierto que esto libera espacio mental y mejora la calidad de mis conversaciones y mi sueño.

2. Audita tus redes sociales: Revisa periódicamente a quién sigues y qué tipo de contenido consumes. Elimina o silencia cuentas que te generen ansiedad, comparación o negatividad. Prioriza perfiles que te inspiren, te informen de forma constructiva o te hagan sentir bien contigo mismo. Recuerda: es tu espacio digital, ¡cuídalo como tu hogar!

3. Verifica antes de compartir: Ante la avalancha de información, especialmente en temas sensibles, adopta el hábito de cuestionar y verificar las fuentes. Busca la opinión de expertos, consulta fact-checkers reconocidos y contrasta datos antes de creer o difundir algo. Tu huella digital importa y contribuye al ecosistema informativo.

4. Fomenta las conexiones reales: Utiliza la tecnología como un puente para enriquecer tus relaciones, no para reemplazarlas. Propón quedadas con amigos, haz llamadas telefónicas significativas o comparte experiencias fuera de línea con tus seres queridos. La interacción cara a cara y la presencia física son irremplazables para nuestro bienestar emocional.

5. Practica la atención plena digital: Sé consciente de tus emociones y sensaciones físicas mientras navegas por internet. Si sientes estrés, ansiedad, aburrimiento o la necesidad compulsiva de revisar algo, tómate un descanso. Pregúntate si lo que estás haciendo en línea te aporta valor real o solo consume tu tiempo y energía sin un propósito claro.

Puntos Clave a Recordar

La era digital nos desafía constantemente a forjar y mantener nuestra identidad frente a espejos distorsionados y burbujas algorítmicas que moldean sutilmente nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. Experimentamos una montaña rusa emocional, lidiando con la omnipresente desinformación que erosiona la confianza y nos prepara para una fusión cada vez más profunda de lo real y lo virtual. Ante este panorama, es imperativo que cultivemos una relación consciente e intencional con los medios, priorizando el autocuidado digital, el pensamiento crítico agudo y la construcción activa de comunidades saludables. Solo así podremos navegar un futuro cada vez más inmersivo con bienestar, autenticidad y una profunda conexión con nuestra verdadera esencia.

Preguntas Frecuentes (FAQ) 📖

P: ¿Cómo crees que la avalancha diaria de contenido digital que consumimos en nuestros dispositivos móviles afecta nuestra psique, más allá de simplemente informarnos?

R: Uf, si lo pienso bien, creo que es un bombardeo constante que nos atraviesa directamente las emociones. Yo lo siento cada día: abro el móvil por la mañana, y en cuestión de segundos, puedo pasar de la calma a la rabia por una noticia, a la envidia por ver la “vida perfecta” de alguien en Instagram, o a una carcajada genuina con un meme.
No es solo que nos informemos; es que estamos en una montaña rusa emocional continua. Mis hijos, por ejemplo, los veo absortos en TikTok y de repente cambian de humor; es como si cada desplazamiento de dedo los llevara a una nueva emoción.
Siento que mi capacidad para concentrarme profundamente en una sola cosa ha disminuido muchísimo, siempre estoy procesando algo nuevo, y eso, la verdad, agota.
Es un torbellino de estímulos que moldea nuestras percepciones casi sin que nos demos cuenta.

P: Con la “infoxicación” y las “burbujas de filtro” tan presentes, ¿cuáles crees que son las consecuencias psicológicas a largo plazo de vivir en este ecosistema mediático saturado?

R: Mira, la “infoxicación” es algo que he sentido en carne propia y que me ha dejado agotada mentalmente más de una vez. Es esa sensación de que por más que intentes, nunca vas a poder absorber toda la información que te llega, y eso genera una ansiedad tremenda, como si siempre te estuvieras perdiendo algo importante.
Y las “burbujas de filtro”… ¡Dios mío, esas sí que me preocupan! Las veo en discusiones con amigos o familiares donde cada uno vive en su propia versión de la realidad, alimentada por los algoritmos.
Es como si estuviéramos encerrados en una habitación de eco, donde solo escuchamos lo que confirma nuestras creencias, y eso dificulta el diálogo, la empatía.
A la larga, esto nos hace menos críticos, menos capaces de procesar información diversa, y nos polariza cada vez más. Creo que esta división constante, ese enfrentamiento virtual, está carcomiendo nuestra capacidad de entendernos y de convivir.
Al final, es un caldo de cultivo para la soledad, la incomprensión y la frustración.

P: De cara al futuro, con la inteligencia artificial creando contenido a velocidades vertiginosas y los deepfakes desafiando nuestra percepción de la verdad, ¿cómo crees que se transformará nuestra confianza y qué implicaciones tendrá esto para nuestra salud mental colectiva?

R: Uf, esta es la pregunta que a veces me quita el sueño. Lo de los deepfakes me parece alucinante y aterrador a la vez. Si ya era difícil discernir la verdad en las redes, ¿cómo vamos a saber qué es real y qué no cuando cualquier imagen o video puede ser fabricado con una perfección asombrosa?
Pienso en cómo esto va a pulverizar la poca confianza que nos queda en lo que vemos o leemos. Ya dudamos de casi todo, pero esto lleva la desconfianza a otro nivel, a una especie de paranoia constante.
Y si le sumamos la realidad virtual y aumentada, donde las líneas entre lo digital y lo tangible se desdibujan por completo, ¿cómo afectará eso a nuestra propia percepción de la realidad, a nuestra identidad?
Me preocupa que perdamos el ancla con lo real, que la distinción entre lo que es y lo que parece se vuelva tan borrosa que nos genere una desorientación profunda, incluso crisis existenciales.
Creo que la salud mental colectiva va a enfrentar un reto enorme: aprender a navegar un mundo donde la “verdad” es un concepto elástico y donde la inmersión digital puede ser tan seductora como peligrosa.
Necesitaremos herramientas psicológicas muy robustas para mantenernos en tierra.